Hemos visto con regularidad a Duque tomar asiento en cualquier insospechado lugar y circunstancia, sacar cuaderno y lápiz y dibujar ausente durante interminables minutos sin levantar la vista, rebuscando en sus trazos de recuerdos borrosos imágenes que se revelan en el cuarto oscuro de su inacción.
En ese lugar de ausencia espacio-temporal Duque levita cual monje recogido en oración, experimenta un placer estético involuntario pero no inconsciente porque se representa la realidad. Algo surge sobre el papel que es pero no es, que parece pero no asemeja, que sorprende y satisface pero no abarca, que engaña sutilmente y rompe con la realidad para ofrecerla de nuevo bajo otra presentación plena.
Y, simple y llanamente, representa. Representa pues nosotros, dueños de ese mismo bagaje cultural, lo leemos, lo vemos y nos impresiona. Sería inútil intentar explicar estos dibujos, encontrarles motivo o semejanza, ya que esa capacidad innata e ineludible es deudora del artista moderno, no tiene función social o ritual que cumplir. Al contrario de su obra en lienzo, estudiada en cada formalidad, lograda tras la dilatada práctica de una destreza y ejecutada con intención de comunicar, los dibujos de Duque no fueron realizados en respuesta a una necesidad de comunicación con el mundo exterior. Son un producto personal, la patente muestra de un peritaje adquirido con la práctica recogida de la representación, la emoción estética, el Rasa.”
Luis Temboury
Málaga, junio 2014
Ángel Duque · Dibujos
Poesía: José Pejó Vernís
Edición limitada
177 págs.
YA A LA VENTA
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